Alicante, 24 de septiembre de 2020
Este año, corresponde a nuestra universidad la apertura oficial del curso 2020-2021 del sistema público de universidades valencianas, circunstancia que es un orgullo y una satisfacción para la Universidad de Alicante. Gracias a todas y a todos por acompañarnos en el paraninfo de nuestra universidad y también a quiénes siguen el acto telemáticamente.
Presidente, quiero agradecer su presencia hoy aquí, en nuestra universidad; es un gesto que muestra su compromiso con la educación superior y la ciencia. Asi mismo, quiero hacer extensivo mi agradecimiento a todo el equipo de la Conselleria de Universidades, encabezada por su consellera. Muchas gracias.
Permitidme expresar un particularmente cálido saludo de bienvenida a la nueva generación de estudiantes que se incorporan en este curso, tanto en estudios de grado como de postgrado. Una oferta de estudios que, una vez más, responde ajustadamente a las demandas y a las expectativas de formación de nuestra sociedad.
Esta bienvenida también la quiero hacer extensiva a todo el personal que se incorpora en este curso. Y al personal que ha dejado de prestar servicios en la universidad, quiero hacerle llegar la expresión del reconocimiento institucional por su trabajo y su dedicación.
Para los miembros de la comunidad universitaria que, desgraciadamente, nos han dejado a lo largo del pasado curso académico, quiero expresarles mi respeto y mi consideración más sentidos.
El profesor García Chamizo, en su lección inaugural del curso académico, ha conjugado conceptos de utilidad con beneficio para la sociedad: fundamentos teóricos para desarrollar un entorno de ayuda a la ingeniería para la toma de decisiones de diseño y lo ha ejemplificado para el caso de estudio encaminado a combatir la COVID-19, en el cual está trabajando. Coincido plenamente con esos fundamentos y con la necesaria e indispensable colaboración entre la administración, la universidad y la empresa para materializar el progreso. Felicidades por la magnífica lección. Sabes que cuentas con todo el apoyo de la universidad para alcanzar los objetivos.
El verano de la desescalada posterior al confinamiento no nos ha sido propicio. “¿Sabe alguien qué nos está pasando?”, preguntaba un prestigioso periodista en un diario de tirada nacional, como en un eco de la célebre sentencia de Ortega: “Lo que pasa es que no sabemos lo que nos pasa y esto es precisamente lo que nos pasa”. Todo, se supone, es incierto, provisional, inseguro, hasta un nuevo aviso que no puede sino empeorar el anterior.
Llegó la pandemia y sus terribles impactos, sin precedentes en un siglo, que amenazan con arruinar las tímidas mejoras de los últimos años, en vísperas de más que probables transformaciones radicales inducidas por la revolución tecnológica.
Afrontamos un doble desafío: recoser el tejido social dañado por oleadas de crisis sucesivas, y procurar un cambio decisivo en nuestro modelo productivo, capaz de afrontar, a un tiempo, las amenazas derivadas del cambio climático y el deterioro del medioambiente –la causa subyacente de la pandemia- y de maximizar las ventajas de la digitalización, minimizando sus costes.
Existe, un acuerdo generalizado sobre el hecho de que el progreso económico y el bienestar material dependen del progreso tecnológico, de la digitalización.
La digitalización no es una opción, un tren que podamos perder, pese a los costes y profundos cambios que, en el corto plazo, pueda acarrear sobre actividades y sectores económicos.
La inteligencia digital, debe afianzar una nueva cultura, un nuevo modelo económico, laboral y social, que nos permita conocer con más precisión la realidad y mejorar con ello la toma de decisiones de individuos, empresas y administraciones.
No se puede, sin embargo, obviar que la aplicación de la tecnología digital está dando lugar a la aparición de nuevos problemas, derivados de su uso masivo y no considerados en la legislación vigente. En consecuencia, es necesario disponer de nuevas normas jurídicas y un código de ética digital, una exigencia apremiante, si tenemos en cuenta el carácter exponencial del crecimiento de la digitalización.
Conscientes de este hecho, y a fin de favorecer la transformación del modelo productivo de la provincia, la Universidad de Alicante y la Universidad Miguel Hernández de Elche, conjuntamente con la Diputación de Alicante, y con el conocimiento por parte de la Generalitat Valenciana, han decidido unir sus esfuerzos para procurar una administración pública más flexible, ágil, moderna y digital; para promover la transformación inteligente de los sectores productivos; y para desarrollar y fomentar las capacidades y habilidades digitales de la ciudadanía.
Sencillamente, no podemos detenernos en medio del camino. Y mucho menos, dar marcha atrás.
La educación, a escala global, ha sufrido, según la ONU, la mayor disrupción de la historia, habiéndose visto afectados el noventaicuatro por ciento de los estudiantes de casi doscientos países del mundo en los que los centros de enseñanza permanecieron cerrados. En algunos casos, se pudo paliar el golpe en base a la educación a distancia, con consecuencias desiguales. En muchos más, los estudiantes más vulnerables se vieron privados del acceso al sistema educativo, un espacio de seguridad para la mayoría, con independencia de su contexto próximo, y una vía de crecimiento personal y de mejora social.
Las universidades han sufrido las consecuencias de la pandemia, a las que respondieron con presteza adaptándose, no sin problemas, a la educación virtual. Sin embargo, las universidades públicas afirmamos y seguimos afirmando nuestra apuesta por la presencialidad.
Solo la presencialidad, como ya defendí en el discurso de clausura del pasado curso, asegura que la docencia adquiera su sentido más pleno, el diálogo del profesor con los alumnos y entre los alumnos, la discusión y la confrontación de ideas, y que brindan a los profesores la ocasión de suscitar la curiosidad de los discentes, de sugerir perspectivas inéditas, de transmitir experiencia y experiencias, de favorecer acercamientos y consultas informales, de generar suficiente empatía como para compartir el conocimiento.
La docencia digital no presencial, por añadidura, es menos eficiente y equitativa. Los alumnos procedentes de familias con menos recursos tienen un más difícil acceso a las tecnologías que permiten una comunicación más fluida entre docentes y discentes y contextos menos adecuados para el aprendizaje, que solicitan una mayor autodisciplina al tiempo que la estorban, sin el apoyo del imprescindible contacto con los condiscípulos y el acceso a los recursos universitarios al alcance de todos. La docencia no presencial no preserva adecuadamente el principio de la igualdad de oportunidades, que es la base de todo sistema democrático.
Finalmente, la universidad, como el conjunto del sistema educativo, cumple funciones de socialización que la educación on line ignora o socava. Es en el trato fluido con profesores y compañeros y compañeras que se afirma el sentido de la colectividad y se encarnan los sentimientos de pertenencia y la noción de una ciudadanía compartida.
Debemos reconocer, no obstante, que la presencialidad a la que, a día de hoy, podemos aspirar se ha truncado y es insuficiente. Y, por tanto, deberíamos aceptar que, en este nuevo curso, que esperemos que no sea intermitente, la semipresencialidad será la pauta, debiendo adaptar las metodologías docentes a las nuevas condiciones.
Tiempo habrá para el retorno a viejas buenas prácticas, pero tengo para mí que de este envite la universidad saldrá profundamente transformada y reforzada. Y que muchas de las soluciones, aparentemente forzadas y provisionales, que tendremos que adoptar para remontar las dificultades de este curso, formarán parte duradera del acervo cultural universitario, perdurando más allá de esta anómala “nueva normalidad”. No debemos dejar que el futuro entierre el pasado, pero tampoco apostar porque el pasado ciegue el futuro. Pese a las obvias dificultades, no dejaremos de estar a la altura de este reto, que es también una oportunidad, la oportunidad de un mañana que ya es hoy y que nos desasosiega y nos acucia.
No ignoro, sin embargo, los problemas que acechan a una universidad pública que ha sido, y debiera seguir siendo en un futuro indeterminado, presencial. El coronavirus, en sí, no va a forjar una nueva universidad, pero sí ha acelerado procesos y cambios que ya estaban presentes desde hace años, algunos desde la crisis de 2008 y sus consecuencias, y otros, tal vez, desde mucho antes.
De momento, el uso masivo de las TIC para la enseñanza virtual, la única alternativa posible y plausible a la enseñanza presencial ante la amenaza pandémica, ha mitigado, casi en tiempo real, los daños que se hubieran derivado de la interrupción general de la actividad docente. Aunque no sin problemas que han afectado al conjunto de la comunidad universitaria.
La Universidad de Alicante, ha puesto en marcha, al igual que el resto de universidades, un Protocolo de actuación para el comienzo del curso universitario 2020/21, basado en el Protocolo de Actuación acordado por la Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital y las cinco universidades públicas valencianas. Este protocolo recoge las recomendaciones que el 31 de agosto estableció el Ministerio de Universidades para ajustar el curso universitario 2020/21 a una presencialidad adaptada y las medidas de actuación de las universidades ante un caso sospechoso o uno positivo de COVID-19.
En el Protocolo, además, se informa de la incorporación de nuevas herramientas tecnológicas desarrolladas por nuestro personal técnico. Una de ellas, permite al profesorado y al alumnado informarse sobre la organización, la ubicación y los horarios de sus clases presenciales, a fin de asegurar que su asistencia está permitida. Y otra herramienta de aula virtual (aplicación propia, desarrollada por la universidad, intuitiva, flexible, adaptada y de código abierto), ya que la organización y el desarrollo de la docencia se basa en el modelo de docencia híbrida o dual; es decir, una parte del alumnado seguirá las clases con presencia física en el aula y el resto de forma síncrona a través del sistema de aula virtual propio.
Las alrededor de quinientas aulas de las que dispone la universidad, han sido equipadas con tecnología para poder impartir la clase de forma síncrona al alumnado que tenga presencia física en el aula y a los que se encuentren conectados por el aula virtual.
El inicio de las clases estaba previsto el lunes 14 de septiembre para los estudiantes de los cursos superiores y el 25 de septiembre para los de primer curso. El viernes 11, sin embargo, tras una reunión, los decanos de los centros y el director de la Escuela Politécnica Superior, decidieron, con mi conformidad, en previsión de posibles fragilidades y con objeto de detectarlas y prevenirlas, que la primera semana de clase la docencia fuera exclusivamente telemática, sin presencia de estudiantes, aunque los profesores acudirían a las aulas preparadas al efecto para impartir las materias que los alumnos seguirían desde casa.
Se consideró que esa semana sería suficiente para verificar si el sistema técnico estaba suficientemente engrasado y para que el profesorado y el alumnado se adaptara en tiempo real a las nuevas metodologías y a los medios previstos.
El sistema, concretamente la app Docencia Dual (nuestra aula virtual) puesta a punto por la universidad, falló ostensiblemente por sobrecarga los dos primeros días –el lunes 14 y el martes 15-, suscitando el descontento y la crítica de los profesores afectados y ácidas descalificaciones del equipo rectoral por parte de algunos sindicatos. Pero, tras las mejoras y ajustes oportunos, el miércoles 16 la app funcionó correctamente, dando servicio a más de diecisiete mil alumnos en cuatrocientas aulas simultáneas, como esperamos siga haciéndolo a lo largo del curso.
Por otro lado, la distribución de la presencialidad durante el curso académico también ha suscitado opiniones contrarias por el colectivo de estudiantes, sobre el seguimiento de clases virtuales y presencialidad en el aula, y cómo llevar a cabo la continuidad entre unas y otras. Aspectos que están en vías de solución, donde el alumnado tiene la opción de recibir las clases a través de la aplicación de docencia dual independientemente de la modalidad de presencialidad que le asigne la aplicación, o la adecuación de espacios para el seguimiento online, o asignación de nuevos turnos, todo ello atendiendo a las propuesta del Consejo de Estudiantes de la universidad.
Entiéndaseme bien. No estoy afirmando en absoluto que todo esté resuelto y que nos encontremos en el mejor de los escenarios posibles. Soy consciente de que la situación es compleja y de que, además, lo complejo puede complicarse. Por poner unos pocos ejemplos. Aunque en vías de solución, no está resuelto qué ocurre con el PAS o PDI en situación de riesgo o vulnerabilidad. Tampoco hemos podido considerar, en ausencia de datos y circunstancias reales, la posibilidad de adecuar la jornada laboral a las necesidades de conciliación de la vida laboral y familiar en presencia de familiares que precisen cuidados. No podemos desechar enteramente la posibilidad de que la docencia no se vea dificultada o, incluso, temporalmente interrumpida por problemas técnicos, aunque estén por suceder y confiamos en que no tengan, ni de lejos, carácter masivo. Sabemos que las nuevas modalidades de docencia requieren de un esfuerzo adicional del profesorado, no solo en lo que guarda relación con la actualización tecnológica, sino por la mayor carga de trabajo. Tampoco está suficientemente previsto cómo y quién sustituirá la labor de un miembro de nuestro personal, PDI o PAS, afectado por la COVID y en cuarentena.
Por supuesto, contratar más profesorado y más servicios de apoyo ayudaría a resolver o paliar muchos de estos problemas, pero es tan cierto como sabido que esa posibilidad excede nuestros límites presupuestarios y nuestras competencias, aunque las universidades públicas valencianas no hemos dejado de recordar que no hemos recuperado aún los niveles de financiación universitaria previos a la crisis, y que seguimos reivindicando un modelo de financiación suficiente y previsible. Levantar, por otra parte, un mapa 1:1 de todas las circunstancias que pueden producirse derivadas de la pandemia, haría que ese mapa fuera tan extenso como inmanejable; no sería un mapa, una representación simplificada de la realidad, sino la realidad misma, inabarcable.
Soy consciente de los problemas que afectan a no pocos estudiantes: incertidumbre ante los nuevos métodos de enseñanza y evaluación, carencia o insuficiencia de medios tecnológicos o de conexión adecuada a Internet.
Y de los que afectan a todo el profesorado, dado el sobreesfuerzo que representan los nuevos métodos de docencia, el rediseño de los objetivos y el aprendizaje y el despliegue de las tecnologías que los hacen posibles.
A todos ellos y ellas, como al resto de trabajadores que cumplen funciones útiles y esenciales en la universidad, quiero agradecer su compromiso, su implicación para dar continuidad a las tareas que tenemos encomendadas: la docencia, la investigación, la transferencia de conocimiento, sin olvidar valores como la solidaridad. Y quiero pedirles disculpas si se han sentido atropellados por la premura en las adaptaciones que se les demandaba. Pero también, que entiendan que cuando la realidad galopa, las decisiones para afrontarla no pueden seguir al paso, acomodadas al ritmo de las buenas y muy necesarias condiciones comunes.
Se nos juzgará por los resultados. Y a tal fin, quiero asegurar que para las universidades los estudiantes son su razón de ser, que su seguridad y su salud, pero también su formación, son prioritarios, y que se velará para que no se vean afectados ni perjudicados por sucesos de los que no han sido responsables, sin que por ello se resienta la moral del esfuerzo y del mérito.
Y, termino, reiterando mi agradeciendo por su presencia en este solemne acto de Apertura del Curso Académico, al Molt Honorable President de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig. Quiero agradecerle, si me permites, agradecerte, la gestión en esta crisis sanitaria, favoreciendo consensos básicos (algo único en cualquier otra autonomía, un pacto social, entre patronal y sindicatos; un pacto territorial, con los ayuntamientos; y un pacto político, con todos los partidos con representación en les Corts) donde la voluntad de acuerdos amplios, más allá de las fronteras ideológicas, ha permitido afrontar en mejores condiciones que en otros territorios del estado los impactos de la pandemia en numerosos ámbitos, con el concurso de los agentes sociales y pese a nuestra crónica infrafinanciación. Gracias, President.
Dicen que la gratitud es la memoria del corazón. Si así es, mi corazón guardará la memoria de quienes me habéis acompañado y de quienes han habitado este campus y estas aulas y las han vivificado durante mis mandatos al frente de la universidad, desde que felizmente aterricé en la Universidad de Alicante.
Muchas gracias.
Universidad de Alicante
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